5/03/2006

15.- Edson Celulari, en "Opera do malandro"

En 1986 Ruy Guerra adaptó al cine la pieza musical "Opera do malandro", de Chico Buarque, inspirada en "La ópera de los tres peniques" de Brecht / Weil.

Se han hecho muchas lecturas de esta ópera. Sociológicas (retrata la ascensión del contrabandista en la escala social a través del braguetazo), políticas (usa como transfondo la 2ª guerra mundial y la división entre pro aliados y linhas verdes, los getulistas simpatizantes con Hitler). Costumbristas también, ya que muestra la perversión de la figura del malandro, la tentación de dejar el mundo del crimen para entrar en las finanzas. Finalmente las poéticas, o filosóficas, como en cualquier letra de Chico que hable de desgarro, despedida, celos.

A mí me interesa la presencia del macho encarnada en el malandro (nuestro hispano rufián) Max Overseas. La revelación de la masculinidad a través de la presencia totémica de Edson Celulari, ante quien el Brando de Un tranvía llamado deseo parece una chica de conservatorio.

Le ayuda es cierto su personaje, sinvergüenza, inmoral, manipulador, con una simpatía que enamora a Margot y las demás putas del cabaret Hamburgo, del fascista Otto Struedel (pariente del dueño del bar Adolf?). Pero a pesar de que le colman de favores, y dinero, Max termina dejando atrás a las putas, con un reguero de corazones rotos, para seducir a Ludmila Struedel (Claudia Ohana en el cine, Marieta Severo en el teatro), la hija del dueño del cabaret.

Max Overseas vive con esa manía de exibición que criticaba Noel Rosa, expresándose con yes, all right, thank you, para mostrar que es un hombre de su tiempo.

Max contrabandea con marinos americanos. Es posible que su nombre lo haya encontrado en un sobre, o en un sello, ya que overseas es un tipo de correo aéreo.

Es un sinverguenza que se mueve por la noche en impecable traje blanco, cuya limpieza deja a deber,
soborna al comisario Tigrão (el afeminadísimo, sádico y envidioso Ney Latorraca) y apuesta al billar con malandros de la vieja escuela a los que menosprecia por vivir de espaldas a la modernidad representada por lo americano y expresarse con la giria del morro.

Es en resumen un crápula despreciable. Al que su masculinidad redime. No podemos sentir nada abyecto en su personaje, porque todo lo hace masculinamente. En este sentido se hermana con Robert Mitchum y John Wayne.

Edson Celulari ya no es aquel Max Overseas maravilloso de la Opera do Malandro. Ha sido fagocitado por la Globo, usado en novelas populares, y vendido al gran público como un ciudadano ejemplar, amante de la familia y las causas sociales. Lo han convertido en un fantoche políticamente correcto que anuncia jabones en televisión.

Pero nada impide a nuestra memoria ser selectiva. Preservarlo para siempre como Max Overseas, el malandro que dejó la calle y entró en los negocios.

Bendito sea Max Overseas aunque haya cambiado la navaja por la estilográfica.