4/29/2006

11.- Bocadillo de mortadela




Los suinos brasileiros, por los rigores del clima, no producen un buen jamón. El salami es mediocre y aunque intentan prepararlo al modo italiano deja mucho que desear. Tampoco es interesante el cerdo en tema de costillas, y ni siquiera el lechón tiene esa dulzura a que nos acostumbra el ibérico.

Sin embargo el cerdo brasuca roza la excelencia en cuanto a mortadela, bacon, panceta, rabo y afines. Ya tendremos ocasión de hablar de los maravillosos torresmos, pero simplifiquemos diciendo que en Brasil los puercos sólo tienen dos salidas: la feijõada o el bocadillo de mortadela.

El sanduichi de mortadela, como ellos lo llaman, se suele tomar a media tarde, con guaraná, en un paõzinho francés.

Nunca he entendido porque llaman francés a un pan que no tiene nada que ver con la baguette y que es por composición y elementos 100% nacional. Debe saberles mejor si piensan que no es brasileño, y aquí volvemos al problema sangrante de la autoestima y la sobrevaloración por lo extranjero que sólo el fútbol parece aliviar.

En todo caso, francés o no, el pan recién salido del horno acoge en su seno las generosas lonchas de mortadela. Sadia, Perdigão y Ceratti son las marcas más populares. Y la variedad bolonhesa las más valorada. La hay también con pistachos y aceitunas porque nunca falta alguien con mal gusto.

Acompañado con guaraná, cerveza o el eterno cafezinho, el bocadillo de mortadela es una de las grandes (y sencillas) alegrías gastronómicas del Brasil.